Un hombre desaparece durante 40 años hasta que una mujer compra un coche usado viejo

Capítulo 2: El rollo de película oculto

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Margaret no tenía idea de lo que estaba buscando mientras estaba sentada en su pequeño departamento esa noche, con las llaves del auto descansando frente a ella sobre la mesa. No había planeado encontrar nada significativo en el viejo Mercedes, y mucho menos un rollo de película. Estaba emocionada, claro, pero sobre todo por tener un auto que funcionara nuevamente. Ahora no podía dejar de pensar en el extraño descubrimiento: el rollo de película escondido debajo del asiento, escondido como un secreto olvidado.

Después de llevar la película al laboratorio, Margaret se obsesionó con lo que podría contener. Tal vez fuera un recuerdo olvidado, una reliquia de la vida de alguien que había sido descartada descuidadamente en la parte trasera de un auto viejo. Pero mientras sostenía las fotografías en la mano, una pregunta persistía: ¿Quién era este hombre? La foto tenía que ser importante. No podía ser simplemente un extraño al azar. Necesitaba saber más sobre él… tenía que hacerlo.

Esa noche, se sentó en su sofá, con el sobre de fotografías abierto frente a ella. El hombre de las fotografías parecía tan vivo, tan lleno de propósito, pero había algo melancólico en la forma en que fue capturado en cada toma. Su nombre, garabateado con lápiz en la última fotografía, le había provocado un escalofrío. David Armitage.

El nombre resonó en su mente, como un recuerdo olvidado que emergiera a la superficie y se abriera paso hasta el frente de sus pensamientos. Había oído el nombre antes, o más bien lo había leído.

David Armitage era el joven que había desaparecido en 1985. Margaret era sólo una niña entonces, pero el caso había sido uno de los más comentados en la ciudad. Su desaparición había sacudido a la comunidad. A pesar de innumerables búsquedas y teorías, nadie había encontrado jamás ni rastro de él.

Podía recordar los artículos que su madre había guardado: historias horribles de un niño desaparecido, una familia angustiada y las preguntas sin respuesta. Los documentos se habían desvanecido con el paso de los años y el misterio permanecía en un segundo plano. Pero ahora, con esta foto, sentía que había tropezado con algo que finalmente podría darle respuestas.

Las fotos frente a ella no tenían sentido. ¿Por qué los habían escondido en el coche? La conexión entre el hombre de las fotografías y el caso sin resolver era innegable. Se parecía demasiado a las descripciones que había leído en los periódicos: guapo, joven, con cabello oscuro y una cálida sonrisa. Todavía no sabía qué hacer con este descubrimiento, pero sí tenía una cosa segura: no podía quedarse sentada.

A la mañana siguiente, Margaret se despertó temprano, incapaz de deshacerse de la sensación de urgencia que se había apoderado de ella. Cogió un cuaderno y empezó a tomar notas, tratando de reconstruir lo que sabía. David Armitage había desaparecido hacía más de cuarenta años. Su último paradero conocido fue en un bar de la ciudad. La policía registró la zona, consultó con sus amigos y familiares e incluso consultó a médiums, pero no apareció nada.

Margaret siempre había estado fascinada por el caso, pero nunca pensó que se involucraría personalmente. Después de todo, había sido hace mucho tiempo. Pero estas fotografías… estas fotografías lo cambiaron todo. Era como si el destino le hubiera dejado este misterio en el regazo.

Decidida a aprender más, Margaret decidió visitar la biblioteca local. Los archivos debían contener algunas respuestas. La biblioteca era un edificio antiguo, uno de los pocos que quedaban en el pequeño pueblo. Abrió la pesada puerta y el olor a papel y polvo llenó su nariz. Se dirigió a la parte de atrás, donde se guardaban los viejos recortes y periódicos. Los había visto antes, cuando era niña, cuando los había examinado con su madre, preguntándose qué le había pasado a David Armitage.

Mientras hojeaba las páginas polvorientas, encontró lo que buscaba. La misma fotografía que acababa de ver en el laboratorio, aquel joven sonriente, la miraba desde la portada de un número de 1985. Allí estaba el titular, atrevido y ruidoso: “Adolescente desaparece después de salir por la noche en un bar local”. La foto bajo el titular era sin lugar a dudas el mismo joven del rollo de película, parado afuera de un pequeño pub en una noche lluviosa.

David Armitage había desaparecido después de esa noche. Era la última vez que alguien lo había visto. Los periódicos describieron cómo había abandonado el bar alrededor de la medianoche, y sus amigos asumieron que volvería pronto a casa. Pero cuando sus padres se despertaron a la mañana siguiente, él ya no estaba, desapareció sin dejar rastro. Registraron la ciudad, revisaron su habitación e interrogaron a sus amigos. Pero nadie tenía respuestas. Su caso había sido uno de esos misterios trágicos que, con el paso de los años, perdieron intensidad.

Margaret se sentó allí, mirando el viejo artículo. Una sensación de hundimiento se instaló en su estómago. Tenía que descubrir qué le pasó. Las fotografías que tenía en las manos no eran suficientes: necesitaba más.

Esa misma tarde, Margaret decidió conducir hasta el bar que se mencionaba en el artículo. Había pasado por allí decenas de veces de camino al trabajo, pero nunca le había prestado mucha atención. Ahora se sentía significativo.

El bar era un antro, poco iluminado y con carteles de neón parpadeando en las ventanas. Parecía que no había cambiado desde los años 80. Margaret entró y el olor a cerveza rancia y cera para madera la saludó. El lugar estaba tranquilo, salvo por algunos clientes habituales sentados en la barra, tomando sus bebidas. El camarero, un hombre de unos cincuenta años con cabello canoso, levantó la vista cuando ella entró.

“¿Puedo ayudarle?” preguntó, su voz baja y firme.

Margaret vaciló, sin saber cómo empezar. Ella se aclaró la garganta. “Estoy buscando información sobre un hombre llamado David Armitage. Desapareció en 1985. Sé que es una pregunta extraña, pero… ¿te suena el nombre?”

Los ojos del camarero parpadearon al reconocerlo y, por un momento, guardó silencio. Luego, limpió un vaso con un trapo y lo dejó.

“David Armitage, ¿eh? Sí, lo recuerdo. Solía ​​venir aquí con sus amigos. Un chico tranquilo. Bastante amable. Nunca causó ningún problema”. Hizo una pausa y su expresión se nubló. “La última vez que lo vi se iba de aquí, como decían los periódicos. Eso fue todo. Nunca lo volví a ver”.

El corazón de Margaret se aceleró. “¿Sabes si planeaba ir a algún lugar esa noche? ¿Estaba con alguien?”

El camarero sacudió la cabeza lentamente. “Estaba solo cuando se fue. No es inusual en él. A veces le gustaba caminar a casa. Era tarde, pero no estaba muy lejos de aquí. Pero, ya sabes, nadie pensó que algo andaba mal en ese momento. Simplemente… se había ido. Fue como si hubiera decidido desaparecer”.

La mente de Margaret se aceleró. Allí estaba: la misma sensación que había tenido en las fotografías. Algo no cuadraba. David no había simplemente “decidido desaparecer”. Tenía que haber más en esta historia.

“¿Alguien comprobó alguna vez si se dirigía a algún lugar específico?” Preguntó Margaret, su voz apenas era más que un susurro.

El camarero la miró por un momento, luego se inclinó más cerca y bajó aún más la voz. “Escuché rumores. Nada sólido, pero la gente decía que planeaba irse de la ciudad. Tal vez ir al norte, tal vez no. ¿Quién sabe? Ya sabes cómo son los rumores”.

Margaret se quedó allí, con la mente dando vueltas en posibilidades. Las palabras del camarero persistieron en su mente: “Quizás vaya al norte”. ¿David sabía que algo iba a suceder? ¿Había estado huyendo de algo? ¿O simplemente estaba intentando escapar de la vida que había conocido?

Al salir del bar, el peso de los descubrimientos del día la oprimía. Todavía había muchas preguntas, pero ahora tenía una dirección. No estaba segura de adónde la llevaría, pero sí de una cosa: iba a descubrir qué le había sucedido a David Armitage, sin importar lo lejos que tuviera que llegar para descubrir la verdad.

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