Un velero encalla y se topa con piratas. ¡Lo que hace la tripulación para sobrevivir los deja atónitos a todos!

Capítulo 2: Sombras en el Horizonte

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Al anochecer, el mar había adquirido un tono extraño: un gris plomizo y monótono que opacaba los reflejos del sol poniente. La calma anterior se había transformado en algo inquietante. El viento seguía soplando, pero ahora traía un frío que susurraba por la cubierta como una advertencia. Ethan estaba de pie junto al timón, con la mirada fija en el horizonte, donde la luz se desvanecía demasiado rápido para su comodidad.

Liam se apoyó en la barandilla, observando las olas mecerse suavemente bajo el Aurora’s Wake. “¿Sigue sin haber noticias de la Guardia Costera?”, preguntó, con la voz lo suficientemente cortante como para delatar sus nervios.

“Nada”, dijo Ethan. Su tono era tranquilo pero cortante, su mirada inmóvil. “Tenemos mar abierto en todas direcciones, y la radio vuelve a captar estática. Algo falla”.

Liam frunció el ceño y se agachó junto a una de sus maletas, comprobando el precinto por lo que debía de ser la décima vez. “Quizás solo sean interferencias. Estamos lejos de tierra firme”.

Ethan negó con la cabeza. “Interferencia no suena así.” Giró un dial en la radio, escuchando cómo la estática subía y bajaba, interrumpida por tenues estallidos de lo que parecían voces distorsionadas. De vez en cuando se oían palabras —fragmentos, sílabas—, pero nunca lo suficientemente claras como para entenderlas.

Liam lo miró, inquieto. “¿Crees que esa extraña transmisión de antes fue… qué? ¿Un error?”

“No creo en las coincidencias en el mar”, dijo Ethan. Levantó sus binoculares y volvió a escrutar el horizonte. La luz se desvanecía rápidamente. El mar se extendía interminablemente frente a nosotros, pero en la distancia, una mancha oscura parpadeaba en el borde de la visión.

“¿Qué ves?”, preguntó Liam.

“Todavía no estoy seguro.” Ethan ajustó el enfoque, entrecerrando los ojos. La silueta apareció a la vista: baja, estrecha, cortando el agua a una velocidad que no coincidía con las olas. Entonces apareció otra a su lado.

Sintió una opresión en el pecho. “Dos pequeñas embarcaciones. Se dirigen hacia nosotros.” Liam parpadeó, confundido. “¿La Guardia Costera?”

Ethan bajó los binoculares con expresión indescifrable. “Tal vez. Pero la Guardia Costera no se esconde.”

“¿Qué quieres decir?”

“No hay luces de navegación. No hay balizas. Vienen directos hacia nosotros, y rápido.”

Liam dio un paso adelante, mirando a lo lejos, pero la luz era demasiado tenue. El mar parecía interminable y negro. “Podrían ser pescadores, ¿verdad?”

“No a esta hora. No tan lejos.” La voz de Ethan era baja. “Entra. Ahora.”

Liam dudó, luego obedeció, agachándose en la pequeña cabina donde se guardaban las cajas del equipo. El aire dentro estaba cargado con el olor a sal y aceite. A través del pequeño ojo de buey, pudo ver las tenues siluetas de los barcos que se acercaban, ahora tan cerca que sus motores ya no eran murmullos lejanos sino rugidos agudos y rítmicos.

Afuera, Ethan apagó las luces de cubierta, sumiendo al Aurora’s Wake en una oscuridad parcial. Revisó el pequeño motor auxiliar, sabiendo que no los llevaría muy lejos, pero con la esperanza de ganar algo de tiempo. El indicador de combustible rondaba casi vacío.

De todos modos, arrancó el motor. El zumbido llenó el silencio y el barco comenzó a moverse, lenta y deliberadamente, trazando un amplio arco alejándose de las embarcaciones que se aproximaban.

“¿Ethan?”, la voz de Liam llegó desde la puerta del camarote. “¿Qué estás haciendo?”

“Alejándonos de ellos”, dijo Ethan. “Si son la Guardia Costera, nos llamarán de nuevo. Si no…”

No terminó la frase.

El motor chisporroteó, tosió y se estabilizó. La pequeña vela que habían logrado reparar captó el poco viento que quedaba, impulsando al Aurora’s Wake a un ritmo lento.

Tras ellos, las siluetas oscuras se hicieron más grandes.

Diez minutos después, la primera de ellas emitió un destello. Un pulso rápido, luego otro. Código Morse.

Liam se inclinó hacia delante. “¡Nos están haciendo señales!” Ethan no apartó la mirada del horizonte. “¿Sabes Morse?”

Liam negó con la cabeza. “No.”

“Entonces no respondas.”

Los pulsos volvieron, más rápidos esta vez, insistentes.

“Quizás sea el equipo de rescate”, dijo Liam. “Quizás solo…”

Ethan lo interrumpió. “La Guardia Costera no envía Morse sin un tono de identificación primero. Quienquiera que sea, no son amigos.”

La realidad de sus palabras se asentaba lentamente, como la presión de las profundidades. A Liam se le secó la garganta. “¿Y qué hacemos?”

Los ojos de Ethan se posaron en la brújula. El motor auxiliar gimió débilmente. “Nos movemos. No dejamos que nos acorralen.”

Giró el timón bruscamente, inclinando la proa hacia el sureste. El barco respondió lentamente, el motor trabajando a contracorriente. Tras ellos, las luces lejanas se desvanecieron, solo para reaparecer momentos después, más cerca, más brillantes y moviéndose más rápido. —Nos siguen —susurró Liam. La voz de Ethan era firme—. Sí. Eso es lo que hacen.

El mar se agitaba a medida que la noche se hacía más profunda. El viento azotaba la cubierta, tirando de cabos sueltos y lonas deshilachadas. Las dos pequeñas embarcaciones que iban detrás se separaron, flanqueando al Aurora’s Wake por ambos lados, acortando la distancia con precisión depredadora.

Ethan mantuvo las manos firmes en el timón. “Intentan acorralarnos. Alejarnos de nuestras coordenadas”.

“¿Por qué?” La voz de Liam era aguda, presa del pánico.

“Porque viene alguien”, dijo Ethan. “Y no nos quieren allí cuando lo hagan”.

Liam tragó saliva con dificultad. “La Guardia Costera de verdad”.

Ethan asintió una vez.

El motor auxiliar volvió a chisporrotear. El indicador estaba casi vacío.

“Queda poco combustible”, dijo Liam, mirando la esfera.

“Lo sé”.

“¿Qué pasa cuando se acaba?”

Ethan no respondió.

Los minutos transcurrieron lentamente. El primer barco se acercó por babor, con el rugido de su motor cortando el viento. Ethan podía ver siluetas ahora: figuras de pie cerca de la proa, con movimientos rápidos y decididos.

“Ethan”, susurró Liam, paralizado.

“Las veo”.

El segundo bote apareció por estribor, acercándose en ángulo. La mente de Ethan trabajaba rápido, midiendo la distancia, la corriente y el tiempo. El Aurora’s Wake era más lento, más pesado; no podía competir con la velocidad de las lanchas motoras. Solo podía aspirar a ser más astuto que ellos.

De repente, viró a estribor, obligando a una de las lanchas rápidas a ajustar su rumbo para evitar la colisión. El movimiento les dio unos segundos.

La radio volvió a sonar. Esta vez la voz era más fuerte, urgente, distorsionada. “¡Alto, bote! ¡Alto ya!”

Ethan se inclinó hacia el receptor. “Identifícate”.

Estática. Luego, débilmente: “Alto o disparamos”.

Liam levantó la cabeza de golpe. “Dijeron…”

“Lo oí”, dijo Ethan.

Por un momento, ninguno de los dos se movió. El único sonido era el viento y el rugido sordo de los motores tras ellos.

Entonces Ethan tomó una decisión. “Baja a cubierta. Cierra la escotilla”.

“¿Y tú?”, exigió Liam.

“Yo me encargo”.

Volvió a girar el timón con fuerza. El Aurora’s Wake se balanceó violentamente al chocar con el oleaje, las olas golpeando el casco. Liam se tambaleó, agarrándose a la barandilla. La respiración del joven era rápida y superficial.

“¡No puedes luchar contra ellos, Ethan! ¡Tienen armas!”

“Entonces esperemos que sean malos tiradores”.

El primer bote se acercó, su casco chocando contra el de ellos con un golpe sordo. Un gancho de agarre resonó en la barandilla, enganchándose con fuerza. Ethan blandió un hacha del kit de emergencia y la bajó con un movimiento limpio. El gancho se soltó, cayendo al agua con un ruido sordo. —Vamos —murmuró Ethan, volviendo a arremeter con fuerza—. Veamos qué tan persistentes son.

Pero los piratas eran pacientes. Volaban en círculo como tiburones, esperando otra oportunidad.

Dentro del camarote, Liam se agazapó entre las maletas, con las manos temblorosas mientras revisaba su equipo, como si garantizar su seguridad también pudiera protegerlo a él. Las luces parpadeaban con el balanceo del barco. Podía oír los sordos golpes del impacto, los gritos que traía el viento, el roce del metal contra la madera.

Levantó la vista justo a tiempo para ver una figura oscura saltar por el estrecho espacio que separaba los dos barcos.

El sonido de botas golpeando la cubierta lo paralizó.

Entonces se oyó una voz gutural, desconocida y demasiado cercana. —¡Muévanse, ahora!

El corazón de Liam latía con fuerza en su pecho.

Se agachó aún más, conteniendo la respiración mientras unos pasos se acercaban a la puerta del camarote. El pestillo vibró una vez, dos veces, y luego se detuvo. Una voz gritó algo que no pudo entender.

Afuera, otro golpe sordo, más fuerte esta vez, y el inconfundible estruendo de la madera al astillarse.

La voz de Ethan rugió en el caos. “¡Sal de mi barco!”.

Siguió el sonido de forcejeo: puños, gritos, algo metálico golpeando la cubierta.

Luego, silencio.

Liam pegó la oreja a la puerta, con todos los músculos tensos. Podía oír la voz de Ethan de nuevo, más baja ahora, sin aliento pero controlada. “Quédate donde estás, Liam. No salgas”.

Liam dudó. “Ethan…”

“Haz lo que te digo”.

El joven retrocedió, agarrándose al asidero más cercano mientras el bote se mecía violentamente de nuevo. A través de la portilla, vio que uno de los botes más pequeños se alejaba, con el motor rugiendo. El otro se mantuvo cerca, siguiéndolos como un depredador que no quisiera abandonar la caza.

Ahora podía ver rostros: tenues a la luz de la luna, duros y fríos.

No eran rescatadores.

La noche se hizo más profunda. El Aurora’s Wake flotaba en un silencio incómodo, con su vela rota ondeando como un ala herida. Las manos de Ethan temblaban ligeramente mientras se limpiaba la sangre —no la suya— de los nudillos. Los piratas se habían retirado por ahora, reagrupándose justo más allá del límite de la visión.

Miró las estrellas —lo único estable que quedaba en el mundo— y respiró hondo.

“Volverán”, dijo en voz baja.

La voz de Liam tembló. “¿Podremos escapar de ellos?”

Ethan negó con la cabeza. “No con el combustible que tenemos”. “¿Y entonces qué hacemos?”

Ethan miró hacia la oscuridad, entrecerrando los ojos. “Ganamos tiempo. Y nos aseguramos de que, cuando vuelvan, estemos listos”.

El mar se extendía silencioso a su alrededor, vasto e insensible. A lo lejos, tenues luces parpadeaban, un recordatorio de que el rescate aún podría llegar. Pero por ahora, el Aurora’s Wake estaba solo.

Y la noche apenas comenzaba.

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