Un velero encalla y se topa con piratas. ¡Lo que hace la tripulación para sobrevivir los deja atónitos a todos!

Capítulo 9: La Profundidad Sigue

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La niebla por fin había empezado a disiparse, pero el aire aún se sentía pesado, denso, con ese silencio que solo llega tras algo inexplicable. El Aurora’s Wake se deslizaba por las aguas oscuras, su casco cortando las suaves olas como un susurro. El tenue resplandor tras ellos —el haz que había brotado del barco de investigación abandonado— se había desvanecido bajo la superficie, dejando solo el zumbido persistente de algo vasto e invisible.

Liam estaba sentado en la cubierta, empapado en sudor a pesar del frío. Le temblaban las manos mientras miraba el horizonte, donde empezaba a asomar el primer rayo del amanecer. El mar parecía tranquilo de nuevo, casi en paz. Pero la paz, se dio cuenta, era solo otra máscara que el océano se ponía antes de tragarse lo que quería.

Ethan estaba al timón, con una mano agarrando el timón y con la otra sujetando unos binoculares. Su rostro era indescifrable, aunque su mirada era más aguda que nunca. Cada pocos segundos, miraba hacia la brújula, luego hacia la radio, como si esperara que ambas lo traicionaran. “¿Algo?”, preguntó finalmente Liam, con la voz quebrada por el cansancio.

Ethan bajó los binoculares. “Nada”.

“¿Nada?”.

Asintió. “No hay señal, no hay barcos. Solo mar abierto”.

Liam dejó escapar un suspiro tembloroso. “Así que se acabó”.

Ethan no respondió. En cambio, extendió la mano y encendió el sonar de profundidad. La pantalla se encendió, con líneas de datos desplazándose en verde por la pequeña pantalla. Por un momento, todo fue normal: profundidad constante, lecturas tranquilas. Luego, la línea descendió, irregular y errática.

Liam frunció el ceño. “¿Qué es eso?”.

Ethan no se movió. “Algo grande”, dijo en voz baja. “Y está justo debajo de nosotros”.

El corazón del joven dio un vuelco. Miró por la borda del barco, casi esperando ver una sombra bajo el agua. Pero el océano era demasiado oscuro, demasiado opaco. Aun así, la leve vibración bajo sus pies, apenas perceptible pero real, le erizaba la piel.

“Ethan”, susurró, “deberíamos ir a toda velocidad”.

Ethan no discutió. Pisó el acelerador y el motor rugió al encenderse. El Aurora’s Wake avanzó a toda velocidad, cortando el agua. Pero incluso mientras aceleraban, el sonar seguía mostrando el mismo patrón: algo los seguía, igualando perfectamente su velocidad.

Pasó una hora. El sol era ahora un disco naranja apagado que se elevaba en el horizonte, iluminando la superficie del mar con una calma inquietante. La señal de abajo no se había desvanecido. Mantenía la distancia: trescientos metros abajo, cincuenta metros atrás. Siempre igual.

Los nudillos de Ethan estaban blancos sobre el timón. “Sea lo que sea, no es natural”.

Liam miró el sonar con la voz hueca. “¿Crees que es de ese barco? ¿De la estación de investigación?”

Ethan negó con la cabeza. “Creo que ese barco lo despertó.”

El pensamiento se posó entre ellos como una sombra.

Liam se pasó una mano por el pelo. “No podemos escapar. Si de verdad nos sigue…”

“No necesitamos escapar”, interrumpió Ethan. “Solo necesitamos averiguar por qué.”

La risa del joven fue amarga. “¿Por qué? ¿Crees que quiere hablar?”

“Todo quiere algo”, dijo Ethan en voz baja. “Incluso el mar.”

A media mañana, la costa por fin era visible: una tenue línea de colinas gris verdosas en el horizonte. El alivio inundó a Liam como una ola. “Ya casi llegamos.”

Pero la concentración de Ethan no flaqueó. Volvía a mirar el sonar. El patrón había cambiado. El punto que los había estado siguiendo ya no estaba. Estaba justo debajo del barco.

“¿Ethan?”, susurró Liam.

El hombre mayor no respondió. Tenía la mirada fija en el monitor. Las lecturas se disparaban en la carta: profundidad desconocida, la intensidad de la señal aumentaba rápidamente.

Entonces se oyó el primer sonido: un golpe sordo y profundo, como si algo enorme rozara el casco. El barco se inclinó ligeramente, lo justo para que Liam se agarrara a la barandilla.

“¿Qué demonios fue eso?”

Ethan no respondió. Corrió a un lado de la cubierta y miró hacia abajo. El agua ondulaba: círculos lentos y concéntricos que se extendían bajo ellos.

Y entonces lo vio.

Durante un instante, algo brilló bajo la superficie: tenues líneas azul verdosas que parecían circuitos, pulsando en un patrón demasiado deliberado para ser natural.

“Nos está rastreando”, murmuró Ethan.

Liam contuvo la respiración. “¿Como un sonar?”

“Como de reconocimiento”.

El siguiente impacto fue más fuerte. El casco crujió y el barco se inclinó violentamente hacia un lado. El motor tosió, chisporroteó y se apagó. Ethan corrió hacia la consola. “¡Intenta reiniciarlo!”, gritó.

Liam forcejeó con el encendido. Nada. El motor estaba muerto.

El océano volvió a quedar en silencio, pero el silencio se sentía más denso, expectante.

Entonces, sin previo aviso, la radio cobró vida.

“…—Despertar… Aurora’s Wake… responde…”

Liam giró la cabeza bruscamente hacia ella. “¡Alguien nos llama!”

Ethan agarró el auricular. “Aquí Aurora’s Wake. Identifícate”.

La voz volvió a sonar, más clara esta vez, mecánica y lenta. “…Aurora’s Wake… regresa… al… origen…”

A Liam se le heló la sangre. “¿Regresar al origen? ¿Qué significa eso?”

Ethan miró fijamente al que hablaba con expresión sombría. “Significa que no ha terminado”.

Las olas comenzaron a agitarse, arremolinándose bajo ellas como si el océano mismo estuviera vivo. El resplandor azul se intensificó bajo el casco, trazando vastos círculos de luz que pulsaban como un latido.

Liam se tambaleó hacia atrás. “¡Ethan, tenemos que bajar de este barco!”

“¿Adónde?”, espetó Ethan. “¡Estamos a cincuenta kilómetros de la costa!”

“¡A cualquier parte menos aquí!”

El resplandor bajo el agua se intensificó, inundando la cubierta con una luz inquietante. Entonces, desde las profundidades, surgió una columna de burbujas, seguida de una forma oscura que se elevaba rápidamente.

El instinto de Ethan se activó. “¡Aguanta!”

La forma se estrelló contra la parte inferior del casco, haciendo que ambos hombres cayeran al suelo. El agua inundó la cubierta, empapándolo todo. El mástil crujió, las cuerdas se agitaron en el aire y una de las cajas de almacenamiento se deslizó por la borda.

A través del caos, Ethan vislumbró algo que emergía del agua: metálico, curvo y cubierto de runas tenues y brillantes. No era una criatura. Era una máquina.

La “cosa” que los había seguido emergió solo parcialmente, pero incluso ese vistazo fue suficiente. Parecía una enorme esfera de metal y vidrio, su superficie grabada con patrones geométricos que brillaban con la luz.

“¿Qué… qué es eso?”, jadeó Liam.

La voz de Ethan sonó tensa. “La razón por la que construyeron EchoNet”.

La máquina zumbaba, el sonido resonando por el casco del barco como un pulso. La radio volvió a la vida, la misma voz repitiendo con su tono frío y mecánico:

“Aurora’s Wake… datos recuperados… transmisión completa”.

Ethan se quedó paralizado. “¿Datos recuperados?”

Las manos de Liam temblaban. “¿Quieres decir que nos estaba grabando?” Antes de que Ethan pudiera responder, la esfera comenzó a descender; el brillo se desvaneció al hundirse en las profundidades. El agua se calmó. La radio se apagó. El sonar se apagó.

Así, el mar volvió a quedar en calma.

Liam se desplomó de rodillas. “No entiendo. ¿Por qué nos dejó ir?”

Ethan miró al horizonte en voz baja. “Porque consiguió lo que buscaba”.

Liam lo miró desconcertado. “¿Y qué se supone que significa eso?”

Ethan se giró, con expresión distante, angustiada. “No está rastreando barcos, Liam. Está rastreando personas”.

Mientras el Aurora’s Wake flotaba en silencio, el tenue resplandor azul aún parpadeaba muy abajo, como un ojo que se cierra lentamente.

Y bajo la tranquila superficie del mar, algo vasto e invisible cambió, esperando.

Porque cuando la señal dejó de transmitir, el océano no olvidó.

Nunca lo hace.

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